Quienes ya me conocéis sabéis que la fibromialgia y la artritis psoriásica son parte de mi vida, hoy quiero hablaros del momento del diagnóstico. Supongo que independientemente del tipo de enfermedad, el momento del diagnóstico es un momento que recordamos y que nos marca para siempre.
Llegué a los diagnósticos en distintas fechas, primero fue la fibromialgia y después la artritis, pero en ambos casos tuve la misma sensación confusa, alivio por un lado y desconcierto y miedo por otro. Por los testimonios que compartís conmigo y que he podido conocer, la sensación de alivio es algo común y se debe bajo mi punto de vista y experiencia a lo agotad@s que llegamos tras pasar años experimentando los síntomas y luchando contra opiniones, juicios y valoraciones estériles tanto de personas sin conocimientos como de algunos especialistas sin interés. Por lo tanto el alivio es una sensación que llega con el diagnóstico como consecuencia de que al fin se te reconoce y se le pone nombre a eso que sientes y que ante tanta confusión incluso has llegado a pensar que estabas imaginando, que estabas loc@.
Pero por otra parte ese alivio del que te hablo al ponerle un nombre, viene también acompañado del desconcierto y el miedo, pues se trata de un diagnóstico que viene acompañado de las palabras “enfermedades crónicas y degenerativas” y entonces es cuando tomas conciencia de que lo que te ocurre ha llegado para quedarse y eso no es nada agradable.
Ante esta situación y en mi caso tras desahogarme llorando y enfadándome con el mundo, me quedaban dos opciones, hundirme y victimizarme, vivir compadeciéndome de mí misma y ver como las enfermedades se hacían las protagonistas de mi vida o la otra opción, que sin duda es la que escogí y me ha llevado a recuperar el control, que fue la de aceptar lo que me ocurría, afrontarlo y actuar al respecto. Claramente la segunda sin dudarlo es la mejor opción, con la primera ya sabes lo que tienes y con la segunda tu vida cobra sentido y vuelve a ser tuya.
El diagnóstico por tanto es el primer paso, el que te impulsa hacia una nueva vida, una vida que te pertenece y de la que puedes y debes recuperar el control.
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