𝑪𝒓𝒖𝒛𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒖𝒆𝒏𝒕𝒆. Este símil lo mantuve en mi cabeza durante mucho tiempo, desde que fui consciente de que 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂 𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 que no me gustaba nada, dominado por el dolor, 𝒚 𝒒𝒖𝒆𝒓í𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓 𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒐 completamente diferente, pues aunque 𝒆𝒍 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓 había llegado para quedarse (es crónico) 𝒏𝒐 𝒅𝒆𝒃í𝒂 𝒔𝒆𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒐𝒕𝒂𝒈𝒐𝒏𝒊𝒔𝒕𝒂.
Así fue como 𝒅𝒆𝒄𝒊𝒅í 𝒄𝒓𝒖𝒛𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒖𝒆𝒏𝒕𝒆 y llegar al otro lado y lo hice, pero lo mejor de todo y lo que yo no sabía es que cada paso que daba 𝒂𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂ñ𝒂𝒅𝒂 𝒑𝒐𝒓 𝒆𝒍 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓, ese compañero de vida, me enseñaría grandes lecciones de vida, lecciones que me han transformado en quien hoy soy y gracias a esos aprendizajes he conseguido cruzar el puente 𝒓𝒆𝒏𝒐𝒗𝒂𝒅𝒂, 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒚 𝒂𝒔í 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒂𝒒𝒖í.
𝑨𝒈𝒓𝒂𝒅𝒆𝒄𝒊𝒅𝒂 por ello, a mi 𝒗𝒊𝒅𝒂, a mi 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐 y también aunque pueda sorprender, a mi 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓.
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